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jueves, 21 de octubre de 2010

Vendemos tiempo: Madrización.


Por azar, hoy de nuevo he hecho consciente una reflexión que deseo compartir.

A través de mi visita a un centro comercial,  me he dado cuenta que "compramos  tiempo", que este sistema intenta apresurarnos hacia un camino que no tiene fin, en el mejor de los casos.

¿Por qué nos arranca la poca tranquilidad que aún conservamos, por qué nos anima a la prisa,  prisa para qué, para conseguir qué, para anhelar qué?, será nuestro adormecimiento, nuestra transformación o mejor dicho nuestra conservación en un estado no presente, si no futuro. Será para confundirnos y no darnos cuenta que el dinero, sólo suple la falta de tiempo, cuando se va a la velocidad de un consumidor mareado.

Tras mi infortunio tropiezo en el mencionado centro comercial, que nos hace creer que respeta los fondos marinos, he llegado a casa deseoso de plasmar en papel lo acontecido, antes de que la velocidad, a  la que están acostumbrados a viajar  los pensamientos, lo borrase de la mente, algo así como cuando desaparece del cielo la estela que deja un avión tras su desplazamiento,  por si mismo desaparece, pero lo hace más rápido si nos fijamos en el surco que va dejando un nuevo avión.

¿Por qué me he de creer sus supuestos valores ecologistas?, si nos intenta atrapar en las redes de su pesca, con  un anzuelo de falsa plata, es cierto que el pescador  una vez que te ha pescado, te dice, si quieres te puedo soltar al mar de nuevo, pero tienes que hablar con el capitán, esperar a que termine el día de pesca y luego te soltaremos, casi me veo y me siento ahí, en la red, como el pez que le dice a la pescadora, prefiero morirme que seguir teniendo cara de pez hablando contigo, con lo cual sigue con tu pesca que yo ya he caído en la red, y prefiero seguir el camino, a que se me quede cara de besugo.

Cuando no se tiene prisa el tiempo pasa más despacio, intento siempre tener presente esta reflexión, para topar cada día con menos muros infranqueables, y quién sabe, algún día logramos desarrollar la teoría de la relatividad de Einstein y dejar de ser peces de este inmenso océano del capital del tiempo, que nos tiene atrapado en sus redes, sin dejarnos navegar mar adentro.

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